David Company Pagán: Sin miedo a fallar.

4.3. El documental. Tipos de documentales. El documental como documento cultural.

“No pierdes nada por intentarlo”, “El no ya lo tienes”, “lo único que puede pasar es que te quedes igual que estabas”. Estas frases son recurrentes en la jerga española. Nos encanta usarlas, nos resulta muy fácil darlas como consejo cuando alguien nos lo pide, pero muy difícil cogerlas cuando alguien nos lo da. Si estas afirmaciones fueran ciertas, no habría consejos que reclamar o entregar, todos intentaríamos conseguir todo lo que anhelamos sin ningún tipo de inconveniente, pero no lo son. Es por ello que no es tan sencillo lanzarse por lo que queremos, porque cuando lo hacemos tenemos cosas que perder, y aunque también que ganar, parecemos enganchados a valorar más lo que podemos perder que lo que podemos ganar, incluso cuando sentimos con certeza que ese cambio podría significar el comienzo de algo maravilloso. Así lo veo yo:

¿No pierdo nada por intentarlo? Si, si que pierdo cuando lo intento y fallo. Pierdo la lucidez de tener un objetivo definido que apunta el camino a seguir, la motivación de un día a día sujeto a la posibilidad de que se haga realidad, la fuerza que te da mirar a ese objetivo cada día y susurrarle que algún día estarás junto él, la confianza que queda cubierta de dudas en forma de mil preguntas; donde lo hice mal?, no estaba preparado?, me precipite? no soy lo suficientemente bueno?, me ha faltado realismo?, me ha engañado mi propia intuición?… ¿El no ya lo tengo? No, no lo tengo. Tengo una bonita incógnita en la que descansan mis ilusiones, una incógnita muy valiosa que sirve de cuenta cuentos para todas aquellas noches que se sublevan contra mi armonía, para todos aquellos días carentes de cualquier tipo de sentido, una incógnita que no juzga mis errores o carencias, ni lo hará jamás. Una incógnita que me cuenta justo lo que yo quiero oír y nunca me traicionará…

Por lo tanto, el no, no me dejaría igual que estaba, ni siquiera parecido a mi estado anterior. Sí me deja con las manos igual de vacías pero con la mente mucho más perdida, el corazón pidiendo silla de ruedas, el ánimo buscando coartada para creer una vez más y el sistema operativo suplicando que pulsemos “reset” para poder volver a empezar…

Puede parecer que trato de decir que no arriesguemos, que no lo intentemos, que temamos equivocarnos o fallar, que no apostemos por aquellas cosas que nos recuerdan que lo que circula por nuestras venas es sangre, pero no es así. Sólo trato de resaltar una realidad a tener en cuenta, que fallar puede doler, decepcionar, confundir o asustar, que apostar por el cambio o por nuevos escenarios que nos inspiran conlleva riesgos… Es por esta razón por lo que veo totalmente lícito tener miedo a fallar y puedo comprender que muchos ni siquiera se permitan la posibilidad de intentar, aunque sea una vez, arriesgar para poder ganar. Pero cuando esto pasa, cuando el miedo se apodera tanto de nosotros, tanto que impide que intentemos lo que realmente queremos, tanto que nos ancla a una cadena perpetua en forma de una vida tibia e insulsa y totalmente conformista, entonces, corremos el mayor de los riesgos, dejar de vivir.

Se me ocurre que podríamos darle la vuelta al concepto fallar, vivirlo con mucha más naturalidad, como algo cotidiano. Quitarle todo el plomo en forma de contenido que

nosotros mismos le ponemos, un plomo que hace que sea un concepto demasiado pesado. No quedarnos con que hemos fallado, con que no lo hemos logrado, sino con el valor que hemos tenido, con el compromiso que hemos demostrado con nosotros mismos al atrevernos, con saber que cuando queremos algo lo buscamos, con el aprendizaje que nos ha dado la experiencia, con la certeza de que nos hemos entregado en la labor… Si lo viviéramos así, quitándole el dramatismo, sabiendo que equivocarnos nos hace más completos, más rocosos, sería mucho más sencillo probar fortuna, sería mucho menos atenazante dar el paso, y eso sería una gran noticia.

Pienso que es inevitable tener cierto miedo y que incluso puede ser bueno, pero no hay que temer fallar, lo que hay que temer es no encontrar el valor de intentarlo, porque la realidad es que al final aquí no se queda nadie, nuestro tiempo no es infinito, que menos que tener el coraje de VIVIR nuestra vida.

Ha sido viendo el documental Clough – The Brian Clough story, cuando he podido hacer está reflexión. El mítico entrenador inglés logró coger un equipo de la tercera división y convertirlo en campeón de Europa en dos ocasiones, convertirlo en un equipo de leyenda a nivel mundial. Su histórico logro tiene mucho que ver con no temer fallar, con no temer conseguir sus objetivos por muy imposibles que puedan parecer.

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