Marian Vicente: El machismo y la educación

Una cuestión de sentido común. La educación, en el hogar y en la escuela, es  fundamental para combatir tan lamentable comportamiento.

Desde el sentido común resulta difícil entender que haya quien justifique las diferencias de derechos y obligaciones entre hombres y mujeres, a cualquier nivel: relaciones laborales, sociales o políticas, por ejemplo. Se trata de una cuestión  de respeto entre los seres humanos, con independencia  de cualquier otra consideración.

Naturalmente, la educación ha jugado un papel fundamental en la discriminación, tanto dentro del hogar como en la escuela. Tradiciones, costumbres y religión, también han influido decisivamente en la discriminación.

A algunos les pareció que esta cuestión era consecuencia del “troglodismo” de otra época, pero después de cuarenta años de modernidad, vemos que la situación sigue siendo muy parecida, y  de  la discriminación se pasa al  machismo y de éste  al maltrato, con una cierta facilidad

Concienciar a la sociedad sobre la igualdad natural de derechos y obligaciones entre el hombre y la mujer, es fundamental; ahora bien, quedarnos en las apariencias, como sucede con más frecuencia de la deseada, no resuelve nada. Me producen tristeza los minutos de silencio en las plazas públicas, las declaraciones altisonantes de autoridades y dirigentes de organizaciones, las manifestaciones y protestas, los lamentos, los insultos dirigidos a  los agresores, y otras manifestaciones semejantes, ante un acto de violencia machista, porque creo que al final solo consiguen tener un escaso sentido práctico.

La educación, en el hogar y en la escuela, es  fundamental para combatir tan lamentable comportamiento, porque la discriminación empieza por los niños –juegos, canciones, deporte, publicidad, espectáculos- y los adolescentes que desprecian, acosan, intimidan y controlan a sus hermanas, compañeras o parejas.

En mi opinión hay que fortalecer aun más el acceso de la mujer al trabajo, porque les permitirá alcanzar una cierta independencia, imprescindible para decidir si quiere apartarse del maltratador, está es una línea de actuación fundamental en la que aún se puede hacer mucho más.

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